7 de agosto de 2015

Lluvia de letras



Esa mañana al levantarme, el día estaba más oscuro y gris de lo normal debido a la incesante lluvia que caía. Normalmente trabajo desde casa, pero hoy tenía una serie de reuniones coordinadas que me obligaron a salir a la ciudad en un peregrinar que la verdad, no me entusiasmaba para nada.

Tome el auto, salí de casa y me dirigí a mi primer destino. El camino junto al mar me entregaba un lindo espectáculo de la furia del mar desatada contra las rocas, convirtiéndose en una columna de espuma alba que se elevaba con la fuerza de un volcán y luego caía suavemente.

Llegando a la oficina de mi primer cliente, su secretaría me informa que el Sr. Muy Importante estaba atrasado por lo que tendría que esperar. 

Por suerte la ventana de la sala de espera tenía un gran ventanal que apuntaba hacia el cielo gris que lloraba incesantemente.

Absorto en como el viento desplazaba las nubes me evadí de la realidad de mi espera tratando de buscar formas en las nubes como lo hacía en mi niñez. Difícil tarea pues las grises nubes de lluvia no se prestan al juego de dejarse moldear por el viento. 

Repentinamente, en un movimiento extraño, al menos para mi, las nubes se abrieron para dar paso a un rayo que iluminó el ambiente. Pensé que la tormenta estaba pasando y que un rayo de sol había logrado atravesar las nubes, sin embargo, grande fue mi sorpresa al ver apareces una letra A de color amarillo intenso entre las nubes. Me llevé las manos a mis ojos, restregándolos pues pensé que el cansancio de la noche anterior me estaba jugando una mala pasada.

Al abrir los ojos nuevamente, miles de letras de distintos colores, tamaños y formas inundaban la escena. Caían desde las nubes grises, iluminando el cielo, confundiéndose con las gotas de lluvia, formando palabras que nunca había leído pero que sin embargo tenían un profundo significado para mi. Era como estar leyendo en un idioma desconocido y entenderlo perfectamente. 

Las letras caían al suelo, rebotaban y se enredaban en las ramas de los arboles mecidos por el viento.

La lluvia arreciaba, las letras formaban charcos multicolores de significados ocultos. Ríos torrentosos de palabras entrelazadas fluían ante mi. Era un espectáculo delicioso y lo estaba disfrutando.

Sin aviso previo, el viento arreció y una estrofa completa golpeo el ventanal, destrozándolo en mil pedazos que caían frente a mi. Las letras entraban al edificio sin control, me empapaban, corrían sobre mi cara. Era un momento combinado de asombro y placer. 

Nunca había sentido las letras perméando mi piel y llegando a mi sangre. Estaba empapado y lo estaba disfrutando como lo hacía antes de crecer y convertirme en un adulto más.

Con los ojos cerrados disfrutaba de las letras cayendo en mi cabeza y en mi cara hasta que sentí la mano de la secretaria de Don Muy Importante que me sacaba de mi trance y me volvía violentamente a la realidad.

Había sido un sueño, un sueño demasiado real.

Continué mi día con el calendario de reuniones, entre esperas, café y cada vez que podía miraba hacia el cielo en busca de mis letras, pero nada, solo gotas de lluvia se descolgaban de las grises nubes.

Al llegar a casa, fui a mi escritorio para preparar mis cosas para el día siguiente, cargar mi computador y revisar mi calendario. Mientras abría mi cuaderno de notas sentí caer algo sobre la mesa. Mi asombro fue mayúsculo pero menor que mi felicidad al ver una pequeña poza de letras que chorreaba desde las hojas mojadas del cuaderno... mi sueño había sido real.

ホセ

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